Las vitaminas liposolubles son aquellas que se pueden disolver en grasas y en aceites; y estas son la D, la E, la K y la vitamina A.
A diferencia de las vitaminas hidrosolibles, estas no se eliminan fácilmente, por lo que su exceso en el organismo puede ser tóxico. Aunque sólo se ha descrito toxicidad a través de los alimentos, tras el consumo de hígado de oso polar, comida poco habitual entre nosotros; así que la toxicidad se puede dar por el consumo de suplementos vitamínicos.
La vitamina A es esencial en la respuesta inmunitaria y su precursor los betacarotenos tienen actividad antioxidante como ya vimos. Las principales fuentes en la dieta son el hígado, las zanahorias, la mantequilla, las espinacas, la calabaza y el queso.
La vitamina D es esencial para tener los huesos fuertes, ya que estimula la absorción del calcio. Aunque la tenemos en la alimentación: pescados azules, la yema del huevo; la podemos sintetizar a través del sol. Eso no quiere decir ponernos como un cangrejo bajo un sol de justicia, sino tanto en verano como en invierno dar paseos para tomar los beneficiosos rayos de sol.
La vitamina E es un potente antioxidante y se encuentra en las semillas, frutos secos, aguacate y espinacas.
La vitamina K participa fundamentalmente en la coagulación sanguínea, y aunque esta presente en las verduras de hoja verde oscura (espinacas, brocoli, acelgas..), lechuga, aguacate, kiwi entre otros; se sintetiza a nivel intestinal por las bacterias de nuestro intestino. Un dato curioso es que en la lucha contra las ratas, se usa un veneno que inhibe la síntesis de esta vitamina, y estos pobres animalitos, al consumirlo, se mueren desangrados al más mínimo golpe que se dan.
En general es esencial consumir vitaminas, tanto hidrosolibles como liposolubles, ya que nuestro cuerpo, en general, no las puede sintetizar.