Vivimos en una sociedad contradictoria, queremos comer sano pero tenemos miedo a la composición de nuestros alimentos. Si vemos una etiqueta que pone: agua, aceitunas verdes, pasta de anchoa, gelificante (E401), sal potenciada de sabor E621 y E605, antioxidante E300; nos asustamos y al final tan sólo se trata de unas aceitunas rellenas de anchoas.
Más de dos terceras partes de los productos que consumimos contienen aditivos alimentarios, y sin embargo muchas personan los consideran como elementos perjudiciales, rechazando los alimentos que los contienen.
Al hombre siempre le ha asustado lo que desconoce; grandes inventos o hechos científicos han sido repudiados simplemente porque no se entendían. Sólo pensemos en que la epilepsia era considerada una forma de posesión demoníaca hasta el siglo XIX.
Muchos de los aditivos alimentarios se usan para endulzar o cambiar el sabor de los alimentos. Estas sustancias en Europa se identifican con la letra E seguida de un número. Por ejemplo el E111, es un colorante de color naranja que se utiliza en caramelos, helados y pastelería. También hay que desmitificar que todos los alimentos enlatados llevan aditivos, por ejemplo las sardinas en aceite sólo llevan aceite, sardinas y sal. Es curioso saber que algunos aditivos son vitaminas, como el E 300 que es el ácido ascórbico o lo que es lo mismo la vitamina C.
Es habitual tropezar en internet con ciertas listas de aditivos que nos avisan de diversas calamidades asociadas a su consumo. No está de más recordar que nunca en la historia hemos tenido un nivel tan alto de seguridad alimentaría como el que disfrutamos en la actualidad, y que, sí tenemos algún problema en este sentido, no viene precisamente por el uso de dichos productos.
Existe una normativa formulada en el Código Alimentario Español reflejada en la legislación dispuesta por el Ministerio de Saniadad y Consumo que regula todo lo referente a los aditivos. La industria alimentaria solo puede usar aquellos que han sido aprobados, tras haber pasado por largos, detallados y exhaustivos estudios que verifiquen que a la dosis autorizadas no pueden causar efecto dañino para las personas y que sean realmente necesarios.
Como hemos visto, y salvo en el caso de una particular susceptibilidad, no hay porque tener miedo al uso de aditivos. Pero si los queremos esquivar, la mejor formula es preparar comidas en casa a partir de productos frescos.