Las grasas son el combustible energético de nuestro cuerpo. Pero hay que saber que no todas son iguales.
Se clasifican en grasas saturadas e insaturadas. De estas primeras no debemos abusar, porque favorecen el aumento del colesterol malo; las podemos distinguir ya que son sólidas a temperatura ambiente: la mantequilla, la grasa de la carne, los embutidos, el aceite de coco y de palma.
Por otro lado están las grasas trans, que se obtienen mediante un proceso tecnológico que transforma los aceites (oliva y girasol) en grasas sólidas mediante la hidrogenación. Así se obtiene las margarinas, aunque también se añaden a la bollería industrial. Estas actúan igual que las grasas saturadas en el organismo, aumentan el riesgo cardiovascular.
Luego tenemos a las grasas insaturadas, que a su vez se clasifican en monoinsaturadas y poliinsaturadas. Estas primeras están representadas por la estrella de los alimentos, el aceite de oliva. Aunque también se encuentra en el aguacate, las aceitunas y los frutos secos. Pero a sabiendas que es una grasa muy interesante no tenemos que perder de vista que son muy energéticas, medio vaso de agua en forma de aceite aporta 1000 kilocalorìas, por ello debemos tomar un máximo de tres o cuatro cucharadas al día.
Por último encontramos a las grasas poliinsaturadas, omega 3 y omega 6, ambos son grasas esenciales y como su nombre indica tenemos que consumirlas porque el cuerpo no tiene la capacidad de producirlas. Además son beneficiosas para nuestro corazón. Las fuentes de omega 3 son los pescados azules: salmón, trucha, pez espada… y los frutos secos y semillas de lino. En el caso de los omega 6 están presentes en la soja, el maíz y el girasol.
Resumiendo, las grasas son necesarias para nuestra salud; son indispensables para la absorción de las vitaminas liposolubles (A,D,E y K), pero debido a su alto valor energético, contienen 9 kilocalorías por gramo, no debemos abusar de ellas.