Aunque ya hemos dado unas pautas generales para la alimentación de la embarazada, vamos a entrar en más detalles observando con lupa los micronutrientes.
El ácido fólico es una vitamina del grupo B imprescindible para prevenir la espina bífida y un parto prematuro. Por lo que se debe aumentar su consumo los meses antes del embarazo y durante el primer trimestre del mismo. Se suele suplementar pero no está de más incluir en la dieta verduras de hoja verde (espinacas, acelgas) y legumbres (lentejas y judías pintas).
También debemos prestar atención a la vitamina D que es esencial para aumentar la absorción del calcio. Se encuentra en pescados azules (anchoas, sardinas…) y lácteos enteros. Aunque la podemos sintetizar con la exposición solar.
La vitamina B6 necesaria para el desarrollo del sistema nervioso y el crecimiento del feto. Se encuentra en carnes, pescados, frutos secos y legumbres.
Por otro lado tenemos a la vitamina B12, que sólo se encuentra en alimentos de origen animal (cuidado si seguimos una dieta vegetariana).
No debemos olvidarnos del hierro; el aumento de las necesidades de este es debido a que aumenta el volumen sanguíneo de la madre, además durante el parto hay pérdidas de sangre, por lo que sus requerimientos suelen estar elevados durante el embarazo y también después del parto. Sus fuentes principales son carnes rojas y bivalvos (berberechos, mejillones, almejas…).
El calcio es un mineral esencial en la gestación; se debe tomar de tres a cuatro lácteos al día (leche, yogures o queso).
Una carencia de yodo influye en el desarrollo del sistema nervioso del niño, pero hay que ser precavidos, ya que un exceso puede generar alteraciones en la glándula tiroidea del bebe. Una buena idea es empezar a usar sal yodada.
Por último prestar atención a elementos que no nos interesan incluir en la dieta de la embarazada; los metales pesados (mercurio y plomo) que pueden causar trastornos en el desarrollo del bebe. Por lo que se deben evitar algunos pescados azules como el emperador, el cazón y la caballa.